Un grupo de cinco agentes policiales y cuatro soldados, entre ellos, un cabo que integraban una patrulla de la otrora Fuerzas Especiales de Seguridad, FES, son condenados a seis años de cárcel por privar de libertad a una víctima identificada con la clave “Azucena”, el 22 de enero de 2018, en el municipio de San José Guayabal.
La Fiscalía General de la República, con sede en Cojutepeque, Cuscatlán, informó que el veredicto condenatorio fue emitido hoy por una Juez Unipersonal de Sentencia de la cabecera departamental, que validó las pruebas contra los imputados declarándolos responsables de cometer el delito de Privación de Libertad Agravada.
Los imputados enfrentaron por primera vez un juicio el 11 de julio de 2019, por los delitos de Tortura, Privación de Libertad y Amenazas, en el que fueron condenados a seis años con tres meses.
Sin embargo, la defensa interpuso un recurso de apelación ante la Cámara de la Segunda Sección del Centro de Cojutepeque, que anuló el primer juicio contra los imputados, y ordenó un nuevo juicio a cargo de otro juez.
La nueva juez que conoció el caso los sobreseyó por la Tortura y las Amenazas y los condenó por Privación de Libertad Agravada.
El agente policial, Néstor Edgardo Reynoza fue condenado a seis años de prisión por Privación de Libertad Agravada y Acoso Sexual, y a pagar a la víctima US$1,000.00, en concepto de responsabilidad civil.
Mientras, que los otros cuatro agentes policiales: José Salvador Lara Quinteros, José Luis Damián Alvarez, Hugo Antonio Landaverde Martínez y Norberto Alexander Rivera Palacios, purgarán seis años de prisión, por Privación de Libertad Agravada, y pagarán a la víctima, US$800.00, cada uno, para resarcir los daños ocasionados.
Y los cuatro miembros de la Fuerza Armada, condenados siempre a seis años de cárcel y a pagar US$800.00 son: el cabo, José Joaquín Rivas Morales; y los soldados, Edwin Enrique Bonifacio Pérez, José Alfredo Munguía Gómez y Santos Alexander Mendoza Reyes.
El Ministerio Público dio detalles del caso
De acuerdo a la denuncia de “Azucena”, los condenados la retuvieron junto a otra persona, el 22 de enero de 2018, como a las 7:30 de la noche sobre la carretera que conduce a San José Guayabal, cuando se encontraban esperando a otros amigos en el marco de las fiestas patronales del municipio.
El grupo de miembros de la autoridad que portaban gorros navarone, a excepción de uno de ellos, los registraron y les cuestionaron qué hacían en ese lugar. A uno de ellos, que tuvo calidad de testigo, lo hincaron y se pararon sobre su pantorrilla.
Mientras, que a “Azucena” la subieron a la cabina de un pick up, color blanco, sin logos de la PNC, en el que se transportaban los policías y soldados, y emprendieron la marcha hacia una calle conocida como El Perical que conduce hacia el cantón Aguacayo.
En el camino, según la víctima, la interrogaron y le exigían que entregara las armas o la droga, y que dijera a qué pandilla pertenecía, de lo contrario la iban a matar.
Después de media hora detuvieron el vehículo, la obligaron a bajarse y a ponerse de rodillas, a la vez que le advirtieron “te vas a morir”, y “le pusieron un fusil en la frente”.
Luego de interrogarla, le ordenaron ponerse de pie y que se bajara el pantalón y la ropa interior. Además, uno de los imputados le metió la mano debajo de la blusa y del sostén, “apretándole los senos”, según la víctima.
Nuevamente, le exigieron que se hincara, y otro de los detenidos le puso una navaja en el cuello.
Mientras, la víctima suplicaba que no la mataran, otro de los capturados, le exigió que se parara y sacó la pistola y se la colocó en la sien.
Momentos después, la víctima recibió la orden de subirse al vehículo automotor, y en el trayecto uno de los capturados le dio una nalgada, y otro más, le agarró la boca con una de sus manos, la contraminó al pick up, e intentó besarla.
El grupo de agentes policiales y soldados la trasladaron cerca del lugar donde vivía, pero en el camino, recibió tocamientos en sus piernas encima de su pantalón. También encontraron una patrulla policial, pero le ordenaron que se agachara en la cabina para que no la vieran.
Al abandonar el vehículo automotor le advirtieron que tenía que guardar silencio de lo sucedido, de lo contrario “ya sabía lo que le iba a pasar”.