La campaña de reelección de Donald Trump está buscando votos en los lugares más insospechados, intentando ganar simpatizantes hispanos en estados donde no hay grandes comunidades, como Pensilvania.
Su segunda campaña, mucho mejor financiada y organizada que la anterior, intenta aprovechar cualquier posible ventaja táctica, lo que incluye tratar de capturar incluso pequeños grupos de votos hispanos confiando en que ayuden en las batallas más ajustadas.
“Creo que se ganan las campañas con lo que llamamos ‘tajaditos’. Bocaditos. Hay que hacer un poco de esto y un poco de aquello”, comentó Bertica Cabrera Morris, nacida en Cuba y miembro del grupo asesor “Latinos for Trump”. “No necesitas a todo el mundo de todos los grupos, pero tienes que tener un poquito de todo”.
Por muchos motivos, incluida la hostilidad del presidente de Estados Unidos hacia los inmigrantes, será una tarea difícil.
Eso quedó claro una tarde reciente en York, Pensilvania, cuando Karyme Navarro, de 18 años, rellenaba su primer formulario de registro de votante pero se detuvo en una pregunta sobre afiliación política.
Mirna Orellana, organizadora comunitaria del grupo no partisano sin fines de lucro “We Are Casa”, que llevó el formulario a casa de Navarro, no puede defender a ningún partido. Aun así, ha visto suficientes veces la situación como para tener una respuesta preparada. Les dice que si son demócratas, son partidarios de Obama, y si son republicanos, prefieren a Trump.
Navarro asintió y después devolvió el formulario. Había marcado “demócrata”.
Los demócratas cuentan con esas situaciones, con hispanos tan indignados por las medidas y los comentarios de Trump contra los inmigrantes que acudirán en masa a las urnas para impedir su segundo mandato.
Los activistas en la campaña de Trump admiten que el fervor del presidente contra los hispanos no ayuda a su causa. Aun así, dicen que muchos miembros de la comunidad se verán atraídos por la fortaleza de la economía y los valores conservadores. También los demócratas dicen que a menudo, no basta con criticar a Trump para ganarse el apoyo de los hispanos.
Como es comprensible, la campaña de reelección centra sus esfuerzos en estados indecisos como Florida y Nevada, y podría reforzar la posición de Trump en Arizona y Texas. Pero esos esfuerzos redoblados también podrían tener efecto en zonas menos evidentes en las que Trump ganó en 2016, como partes de Pensilvania donde la población latina va en alza y el margen de error es pequeño.
“Los latinos están saliendo de los centros urbanos, apartándose de los feudos demócratas”, dijo José Fuentes, exsecretario de Justicia de Puerto Rico, asesor de la campaña de reelección del presidente y describió Pensilvania como “un ejemplo perfecto”. “Nos estamos centrando de forma específica en esas zonas que pueden ser exitosas para nosotros”, señaló.
Se trata de lugares como York, una ciudad en el sur del estado con una población en torno a las 45.000 personas famosa por sus mancuernas. Casi un tercio de sus habitantes son hispanos, muchos con raíces en Puerto Rico o República Dominicana. La ciudad, de fuerte tendencia demócrata, está rodeada por un territorio claramente partidario de Trump.
Miembros del partido han identificado una docena de lugares en todo el país donde apelar a votantes hispanos, negros y asiáticos, indicó Fuentes. Se ha financiado la formación de más de 500 personas que aumentaron sus esfuerzos para ganar adeptos en eventos locales.
La demócrata Hillary Clinton ganó a Trump por 66% frente a 28% entre los hispanos a nivel nacional, por debajo del 71% de hispanos que apoyaron a Barack Obama en 2012. El expresidente George W. Bush también consiguió más del 40% del voto hispano en 2004, pero su mensaje era mucho más inclusivo que el de Trump.
Los hispanos suponen apenas el 8% de la población de Pensilvania. En 2016, Trump ganó allí -un estado de unos 12,8 millones de personas- por unos 44.000 votos, o menos del 1% de los sufragios. Ahora hay casi un millón de hispanos en Pensilvania, y el Pew Research Center estimó que para las elecciones de media legislatura en 2018, 501.000 podían votar en todo el estado, lo que les convierte en el 10mo grupo más grande de votantes hispanos en el país.
El 38% de los hispanos votó a congresistas republicanos, según datos del VoteCast de AP, pero los demócratas ganaron con facilidad las pugnas al Senado y a gobernador.
Fuentes señaló que una clave para obtener apoyo de la comunidad es ajustar los mensajes a personas con raíces en diferentes lugares de Latinoamérica. A los cubanos les interesan sobre todo las relaciones de Estados Unidos con la isla y con Venezuela, señaló. A los puertorriqueños les preocupa la recuperación tras el huracán María en 2017 y cuestiones relacionadas con las aspiraciones de convertir el territorio estadounidense en un estado. En general, a los mexicanos les interesan sobre todo las relaciones comerciales, como a la mayoría de los suramericanos. Los centroamericanos tienden a centrarse más en la política migratoria.
Los mensajes dirigidos a esas categorías de votantes en zonas concretas pueden ser bien recibidos, apuntó Fuentes, incluso aunque los comentarios del presidente no lo sean en ocasiones.
“Este presidente tiene su propio estilo”, dijo Fuentes. “Pero mi argumento es que hemos tenido éxito con él”.
Antes de las elecciones de 2018, Trump se centró en una caravana de migrantes centroamericanos y vio cómo los demócratas se hacían con 41 escaños en la Cámara de Representantes.
Sin embargo, un sondeo de Gallup mostró en julio que el 27% de los estadounidenses mencionaba la inmigración como el problema más importante de Estados Unidos, la cifra más alta jamás registrada para ese tema. La campaña de Trump lo destacó en los emails enviados a simpatizantes, indicando que el “liderazgo y la determinación” del presidente puede “Mantener a Salvo a Estados Unidos”.
“Nosotros llegamos de forma legal, igual que hicieron nuestros antepasados. Eso significa mucho para nosotros, el Estado de derecho”, dijo el senador estatal de Texas Pete Flores, republicano. El exguarda de coto de caza, con raíces mexicanas, representa a un distrito con más de 740 kilómetros (460 millas) de frontera con México. Con fuerte acento hispano del sur de Texas, Flores dijo que Trump “tiene más apoyo entre la gente corriente de lo que dice la mayoría de la gente” porque el desempleo es muy bajo.
De vuelta en Pensilvania se habla de los mismos temas, indicó el exrepresentante republicano Lou Barletta, que el año pasado perdió unas elecciones al Senado. Como alcalde de Hazelton en 2006, Barletta defendió una de las primeras ordenanzas que prohibían a caseros y empleadores tratar con personas sin permiso de residencia. La medida fue bloqueada después en una corte federal.
“Creo que cuando el presidente habla de asegurar la frontera, de cómo la gente que está aquí de forma ilegal tiene que irse a casa (porque) cometieron delitos, ellos comprenden de lo que está hablando”, dijo sobre los votantes hispanos del estado.
También el Comité Nacional Demócrata ha empezado a formar equipos en estados decisivos clave. Su presidente, Tom Perez, hijo de inmigrantes dominicanos, visitó Pensilvania el pasado verano.
“Es importante exponer el racismo y el odio, y es un factor motivacional, pero en muchos casos no basta”, dijo Lizet Ocampo, directora política de People For the American Way, una organización progresista con sede en Washington. “Ser bueno en inmigración te hace pasar de la puerta, y ser bueno en todos los otros temas te lleva a la meta”, añadió.
Un reciente sondeo entre hispanos con derecho a voto en todo el país realizado por la encuestadora demócrata Latino Decisions determinó que solo el 13% dijo que “definitivamente” votaría a Trump en 2020. Pero también hay falta de entusiasmo en el otro bando: menos del 60% de los encuestados dijo tener previsto participar en las primarias demócratas.
Orellana, la organizadora de “We Are Casa”, que defiende los derechos de los inmigrantes y tiene 100.000 miembros en Maryland, Virginia y Pensilvania, dijo que a pesar de la numerosa población hispana en York, ve mucha gente con gorras de “Make America Great” (“Hagamos grande a Estados Unidos”).
“No puedo ni mirarles a la cara”, dijo Orellana. “Es como, ‘¿Cómo puedes hacerle eso a tu gente?’”.
Via: AP Noticias