Con votos de Nuevas Ideas y ARENA, Rufina Amaya, única sobreviviente de la masacre de El Mozote será declarada Hija Meritísima post mortem

Rufina Amaya. Imagen captura de pantalla.
Rufina Amaya. Imagen captura de pantalla.

Por: Redacción YSKL

Este martes, los diputados de la Comisión de Cultura y Educación de la Asamblea Legislativa aprobaron un dictamen que contiene la declaración de Rufina Amaya como “Hija Meritísima de El Salvador” post mortem por su coraje y valentía para denunciar los hechos y buscar justicia para los pobladores de El Mozote.

La iniciativa se aprobó con los votos de los diputados oficialistas y el de ARENA.

Los legisladores señalaron que con el nombramiento que se le hará a la salvadoreña se busca resarcir los daños causados a la población durante la guerra que vivió el país, entre 1979 y 1992.

Esta iniciativa fue presentada por los diputados de Nuevas Ideas, encabezados por su jefe de fracción, Christian Guevara.

“Muchos salvadoreños murieron a causa de un conflicto que los grupos de poder armaron. Es momento de resarcir los daños. Esta iniciativa honrará la memoria de las víctimas de la guerra. Amaya era una ciudadana de temple fuerte que, pese a que presenció el asesinato de su familia, no se cansó de denunciar los hechos”, destacó el diputado Walter Alemán.

Mientras que su colega de partido, Ana Figueroa, expresó que nombrar como Hija Meritísima de El Salvador, post mortem, a Rufina Amaya permite resarcir un poco los daños que sufrieron todas las personas durante esa época.

“Esto es parte de la evolución del país. Durante el conflicto armado sufrimos mucho y como sociedad aún tenemos heridas y consecuencias”, dijo la parlamentaria.

Historia

Amaya nació en 1943, fue la única que sobrevivió a uno de los peores crímenes de guerra en Latinoamérica. Naciones Unidas dio cuenta de de 900 muertos y un centenar de niños.

En El Mozote, Amaya fue la única sobreviviente y testigo de lo acontecido, quien pudo presenciar cómo los militares asesinaron a su esposo Domingo Claros y a cuatro de sus hijos de nombres Cristino, María Dolores, María Lilian, y María Isabel. Ella denunció los hechos en 1982 y posteriormente en 1990 cuando se abrió el proceso judicial contra el ejército, asimismo identificó a los autores en su testimonio rendido ante la Comisión de la Verdad en 1993, el cual fue clave para individualizar la participación de los militares y deducir responsabilidad de parte de la unidad que ejecutó el genocidio.

El testimonio fue desvirtuado por el Gobierno de Estados Unidos cuando las declaraciones de Amaya fueron retomadas por el New York Times y The Washington Post.

Después de los hechos Rufina tuvo que refugiarse en campos de asilados en Honduras, donde permaneció casi un año, regresando posteriormente al país. Pero las amenazas continuaron así que tuvo que escapar.

De acuerdo a su relato, los militares llegaron en un principio, el 10 de diciembre a realizar un operativo de «despeje» de guerrilleros en la zona norte de Morazán, prometiendo que los habitantes no tenían que temer, mientras se encontraran en casa. Sin embargo, Rufina contó que los soldados del Batallón Atlacatl se tomaron rápidamente el caserío y obligaron a los habitantes a salir de sus casas y que se formaran en filas hacia la plaza del lugar. A media noche, se les ordenó que regresaran a sus casas. Por el temor del operativo, poblados de zonas aledañas llegaron a refugiarse a El Mozote.

En la madrugada del 11 de diciembre, los soldados comenzaron a golpear las puertas y sacaron a la gente a la calle, formaron grupos de hombres, mujeres y niños. Los hombres fueron llevados a la iglesia y las mujeres y niños los condujeron a una casa.

Mientras se encontraban en cautiverio, llegó un helicóptero que transportaba a colaboradores del Coronel Domingo Monterrosa, principal responsable de ordenar la masacre, a quienes identificó de apellidos Grijalva, Azmitia y Cabrera Cáceres.

Poco después el helicóptero despegó y los gritos de muerte comenzaron a resonar. En grupos de cinco y vendados y amarrados de manos, los hombres eran sacados de la iglesia y fusilados. Los que quedaban agonizando eran decapitados. A las 12 del medio día del 12 de diciembre, ya habían terminado de matar a todos los hombres. Las mujeres no corrieron con mejor suerte. Los soldados entraron por la fuerza a la pequeña casa y seleccionaron a las mujeres jóvenes. Oculta en arbustos, Rufina pudo ver como los soldados violaron a las mujeres, y luego asesinaron a los hombres, mujeres y niños ametrallándolos con sus fusiles y luego sepultando sus cuerpos.

Amaya falleció en 2007 a sus 64 años tras una larga enfermedad, sin poder ver a los autores de la masacre en prisión. Le sobreviven su hija Fidelia, su hija Marta, de su segundo matrimonio; y un hijo de nombre Walter Amaya. Su hija Marta Maritza Amaya, ha procurado conservar su memoria creando junto a otros familiares el Museo Rufina Amaya, el cual tuvo que ser cerrado por las amenazas.